Los riesgos son mucho mayores a largo plazo que en las décadas inmediatas, pero las emisiones que causan esos riesgos están sucediendo ahora mismo. Durante los próximos 25 o 30 años, los científicos afirman que es probable que el clima se parezca al que tenemos ahora, aunque empezará a calentarse gradualmente. Las lluvias serán más fuertes en algunas partes del mundo, pero lo más probable es que los periodos entre lluvias se vuelvan más calientes y más secos. Es posible que el número de huracanes y tifones disminuya, pero aquellos que sí ocurran obtendrán energía de una superficie oceánica más caliente y, por lo tanto, pueden ser más intensos que los anteriores. Las inundaciones costeras serán más frecuentes y causarán más daños.
A largo plazo, si no se les pone límite a estas emisiones, los riesgos son graves. Los científicos temen efectos climáticos tan severos que logren desestabilizar gobiernos, producir olas de refugiados, precipitar la sexta extinción masiva de plantas y animales en la historia y derretir los casquetes polares, lo cual ocasionaría que los mares crecieran lo suficiente como para inundar la mayoría de las ciudades costeras.
Todo esto puede tardar cientos o incluso miles de años, dando quizá un colchón de tiempo para que la civilización se adapte, pero los expertos no pueden descartar cambios abruptos, tales como el colapso de la agricultura, que acelerarían el caos. Esfuerzos más enfáticos para limitar las emisiones reducirían estos riesgos, o al menos harían más lentos sus efectos, pero ya es demasiado tarde como para eliminarlos por completo.
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